viernes, 15 de mayo de 2015

Libros: La cantante calva (Ionesco)

La cantante calva
de Eugène Ionesco
(Ed. Losada)

Bastó con leer dos o tres veces los títulos de las recomendaciones que hemos hecho desde los inicios de este foro, para darme cuenta de que nunca hemos recomendado una obra de teatro. En retrospectiva, no entiendo el por qué de semejante tibieza en este tema.

Tal vez en parte sea un resquicio de la reserva a leer teatro como tal. He preguntado a mis alumnos y son pocos los casos en los que les gusta el género per se (tal vez con la honrosa excepción de la alumna que me recordó lo maravilloso que es Oscar Wilde en este renglón: hacía tiempo que no releía La importancia de ser Ernesto y había olvidado lo que es reír como desquiciado). También yo tenía (y tengo a veces) esa reserva. Pero con la lectura reciente de una obra de Harold Pinter, recordé las bondades del formato: igual que ocurre con muchas grandes novelas y cuentos, en el teatro es responsabilidad del lector (o espectador) construir todo lo no observable: lo que los personajes sienten, lo que quieren, lo que piensan, lo que saben... Hay que construir todo eso a partir de las palabras y las acciones. Eso de entrada le da una ambigüedad que no sé si tenga equivalente en otro género. No lo sé. Bueno, sí la tiene pero no es igual.

Una de las obras que siempre recomiendo es la que nos ocupa hoy: La cantante calva de Ionesco. Aunque no es la primera obra que conocí de él, sí es la que más veces he releído (acaso con excepción de La lección, que como viene en el mismo volumen, es difícil tenerla a la mano y no volverla a leer). En Las sillas, Ionesco logra (el efecto es experimentable leyendo la obra, pero si uno la ve en escena, es abrumador) algo que no diré qué es, pero es increíble. En La cantante calva, el autor despoja progresivamente al lenguaje de su contenido. No diré más, pero además de hilarante es inquietante.

La cantante calva, acabo de ver en la Wikipedia, se presenta en el Teatro de la Huchette en París, de manera ininterrumpida desde 1957. Sí, desde 1957. Tiene casi 60 años en escena. Valdría la pena ir a París sólo para verla. Y además se presenta junto con La lección (otra maravilla). También me entero de que la primera edición fue publicada por el subterráneamente célebre Colegio de Patafísica (para quienes no están familiarizados con ella, la patafísica es la disciplina que estudia lo que está más allá del más allá). Lean a Ionesco, por favor; y si ven que hay una puesta en escena de alguna de sus obras, corran (hacia ese lugar).

Y si la fascinación por lectura del teatro -como debiera ocurrir con todo lo humano- no les es ajena, no duden en abordar las obras de Oscar Wilde, Vicente Leñero (en las librerías de Conaculta hay un pequeño volumen titulado Los perdedores, magnífico), Jorge Ibargüengoitia (para relajar el esfínter uretral de tanto reír), Alan Ayckbourn (sutil sutil, pero con un humor único), Jean-Paul Sartre y Albert Camus (de los serios, pero también sublimes), et al.

Vayamos al teatro, y si no hay tal, leamos teatro.

Hasta la próxima entrega, que espero sea pronto.

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